sábado, 10 de marzo de 2012
Guarden balas pa’ mañana…!
de Eliézer Corona, el miércoles, 15 de febrero de 2012 a la(s) 7:36 ·
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Eran los días intensos de la Venezuela de los sesenta...
La patria ardía por los cuatro costados en sudoroso trabajo de estéril parto…
Eran tiempos en que la guerrilla operaba en las principales regiones y ciudades del territorio.
Ataques y emboscadas a los diferentes cuerpos de seguridad del estado, terrorismo urbano, voladuras de oleoductos y alzamientos militares de izquierda estaban a la orden del día, y su máxima expresión: la rebelión más grave de su historia acaecida en la ciudad de Puerto Cabello conocida comoEl Porteñazo.
Ernesto Petit Corona, había dejado atrás para la posteridad, gloriosas páginas escritas de genuina historia de pueblo, de organización popular, de avance sociológico, de evolución comunitaria, de liderazgos naturales y consecuentes caudillismos locales, de manejo de masas y seguimiento de multitudes…
El pueblo que fundó con otros doce, quince años atrás, fue estremecido en sus cimientos apenas dos meses antes, por la sanguinaria bota militar de un estado opresor que atropellaba a su paso sin escrúpulos ni contemplaciones.
La capa vegetal de la geografía que exploró hacía quince años apenas y que aprobó para radicarse y fundar un pueblo, abrigaba ahora en su seno el cuerpo todavía caliente de Mario, el hijo caído en fiera lucha por la defensa de ideales de libertad, paz y bienestar para el prójimo.
Por uno de esos verdes caminos por donde antes entraría venciendo plaga y maleza a finales de 1.947 cuando descubría a Carabobo, marchó desbrozando sendas otro de sus jóvenes hijos, Leonel, en una columna de hombres de oliva a paso marcial, alejándose por silvestres senderos de lucha revolucionaria, detrás de los mismos ideales de su primer hijo caído...
Ahora estaba con la mirada alta, haciendo frente a su responsabilidad de ser padre de guerrilleros. Había sido detenido tras la muerte de su hijo, en su vivienda rural en Carabobo y traído maniatado junto a otros “taitas” de revolucionarios entre los que se encontraba su tío Cornelio Corona, padre de sus primos Chule (Saúl) y Monche (Salomón), compañeros de caminos, sueños y utopías de sus hijos Mario y Leonel. También hicieron preso a Alejo Petit, hijo de su hermano José del Carmen.
Apresaban a todo aquel que fuera contemporáneo con Mario o que llevara el apellido Petit o que fuera su familiar directo, como Ernesto.
A dos meses del desmantelamiento del Campamento Guerrillero en Cerro Azul, el 23 de marzo de 1.962, ahora todos estaban reunidos de nuevo, Monche, Chule, Erasmo Acosta y Ernesto pero, ahora privados de libertad como consecuencia de sus actos y los de sus hijos…
Era la salitrosa madrugada del sábado 2 de junio de aquel año 62 en Puerto Cabello…
Esa madrugada fue la escogida por un grupo de militares para alzarse en armas contra el gobierno de Rómulo Betancourt...
Era la madrugada en que estalló El Porteñazo, la más dura y sangrienta de todas las insurrecciones armadas que ha tenido el país en toda su historia, que costó centenares de vidas y causó un verdadero trauma nacional.
EL PORTEÑAZO…
Para el levantamiento militar, los jefes rebeldes habían seleccionado para el día sábado dos de Junio, para iniciar la asonada. Ya era un golpe develado y, en la base naval ya se tenía conocimiento del levantamiento por lo que, los Comandantes no durmieron la noche del viernes. Como las informaciones del alzamiento no se habían hecho realidad hasta el amanecer, los oficiales de más jerarquía se fueron a sus dormitorios. Es entonces cuando entran en escena el Capitán de Fragata Pedro Medina Silva, Segundo Comandante de la Base Naval; el Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez, ex–jefe de la Segunda Sección del Estado Mayor Naval, y el Capitán de Corbeta Víctor Hugo Morales, Oficial de la Escuela de Guerra Naval. A las cinco y media de la mañana iniciaron las acciones los rebeldes y a esa hora apresaron a los Capitanes Jesús Carbonell Izquierdo, Guillermo Ginnari Troconis y Porfirio Delgado Colmenares, Comandantes de la Escuadra, de la Base Naval y del Batallón de Infantería de MarinaRafael Urdaneta No.2, respectivamente. También detuvieron al Capitán de Navío Oswaldo Moreno Piña, Comandante de la Primera División de Destructores.
A las siete de la mañana, el aeropuerto fue tomado inmediatamente por fuerzas del gobierno y desde esa hora la ciudad quedo prácticamente sitiada. Adentro estaban los insurrectos; afuera la gente que buscaba por todos los medios combatirlos en el menor tiempo posible. La población corría a sus casa al ser devueltas de sus trabajos y más aún cuando la ciudad se fue llenando paulatinamente de soldados que ocupaban sus posiciones, listos para la guerra.
Las tropas leales al gobierno de Betancourt comenzaron a llegar a Puerto Cabello a las once. Cerca del medio día, los barcos destructores ARV Almirante Clemente, ARV General Morán y ARV Zulia ya fuera de la rada de la base, iniciaron el bombardeo de las instalaciones de la infantería de marina, destruyendo las barracas con los cañones de 40 mm. Los infantes rebeldes sufren tres muertos y diez heridos; el resto se refugia en el castillo Libertador.
Las acciones en tierra comenzaron a la una de la tarde, cuando las fuerzas leales comenzaron el ataque a la ciudad, penetrando por los sectores de La Noria, La Playa y San Millán. Previamente los rebeldes infantes de marina y los guerrilleros habían tomado posiciones desde muy temprano en la mañana para impedir el paso del enemigo.
En la Base Naval después de varias escaramuzas pequeñas, los insurrectos se hacen fuertes en el Fortín Solano (construcción que data de los tiempos de la colonia y que tiene paredes de hasta dos metros de espesor, ubicado en la cima de una montaña), donde según el gobierno, intentaron disparar a El Burro; un viejo cañón de gran calibre ya fuera de servicio.
En la tarde efectivos del Batallón Carabobo con el apoyo de blindados M-8 vuelven a penetrar a la ciudad hasta la estación de bomberos, capturando a varios insurrectos. Al anochecer los paracaidistas tratan de atacar el Fortín Solano junto con la compañía del Batallón Piar pero son severamente rechazados. Ya entradas altas horas de la noche los combates siguieron a pesar de una fuerte lluvia que caía, sin ningún avance para las fuerzas del gobierno. Los principales combates se encontraban en el barrio San Millán; en cuartel del Cuerpo de Bomberos, en el Liceo Miguel Peña y en el Fortín Solano, donde los cadáveres de los paracaidistas formaban una lúgubre alfombra en el barrizal al pie de la montaña.
Las cosas empeoraron para el gobierno cuando en las primeras horas del domingo 3, los tripulantes del destructor ARV Zulia se declaran neutrales y que se niegan a participar en lo que han llamado una lucha fratricida. Pocos minutos después se comunica a Caracas que el destructor se ha declarado en rebeldía. El ARV Zulia amenaza al destructor ARV Almirante Clemente con atacarlo con sus cañones de 114 mm si, este no cesa el fuego contra los infantes de marina. A los minutos siguientes cesa el bombardeo.
A las seis de la tarde, la Fuerza Aérea hace su aparición; bombarderos Canberra y B-25J lanzaron toneladas de bombas sobre el Fortín Solano, que nunca había sido víctima de un ataque de esta naturaleza en sus 300 años de historia. Los cazas F86F Sabre lanzaron más de 24 cohetes incendiarios en varias pasadas. En Puerto Cabello, las fuerzas terrestres leales inician un bombardeo de artillería de campaña de 75 y 105 mm para ablandar las posiciones de los Infantes de Marina. Inmediatamente 16 tanques AMX-13M51 pertenecientes al Batallón Bravos de Apure irrumpen en la ciudad apoyando a los soldados del Batallón Piar. Las fuerzas leales entraron por el Oeste y Este de la ciudad; una tenaza que se cerraría en el corazón de Puerto Cabello. Detrás de cada tanque caminaban más de veinte soldados. En vista de esta táctica, los insurrectos que se encontraban apostados en las esquinas y rincones de La Alcantarilla no desperdiciaron la oportunidad brindada por quienes comandaban las acciones del gobierno. El primer tanque llegó a la zona sin novedad alguna, el segundo tanque llevaba en la parte posterior cerca de 22 soldados, quienes se resguardaban con el tanque de los posibles ataques frontales, pero dejaban libres los flancos y sus espaldas. De repente el segundo tanque fue emboscado, cayendo muertos casi todos los 22 soldados que iban detrás.
El intenso tiroteo destrozó varios cables y postes del alumbrado y cuando los alambres caían al suelo, se producían chispazos que armonizaban con el sonido de fusiles y ametralladoras. La Alcantarilla se convirtió en un infierno, los infantes de marina en las azoteas de los edificios disparaban a todo lo que se movía, mientras los heridos de la emboscada agonizaban tendidos en la calle en medio del fuego cruzado. Es entonces que el Monseñor Luis María Padilla, párroco de Borburata y Capellán de la Base Naval en una actitud arriesgada entra en medio de la balacera para rescatar a los heridos atrapados.
Los insurrectos se encontraban perfectamente escondidos y camuflajeados dentro de las casas y edificios. Los tanques AMX-13M51 con sus cañones de 76 mm entraron en acción para defender a los soldados caídos. Varias casas fueron parcialmente destruidas por los tanques al dispararles a los rebeldes. Uno de los primeros edificios en ser atacados fue el Liceo Miguel Peña, donde se encontraban más de cincuenta guerrilleros liberados y armados. Los cañones acribillaron la estructura, siendo la primera en ser destruida por los combates. En el Hospital del Seguro Social, los médicos trabajaron sin descanso sábado y domingo. En su huida los rebeldes llegan desde el Liceo hasta el Hospital, entonces los tanques hacen varios disparos pensando que el edificio estaba abandonado y que solo se encontraban los guerrilleros adentro.
Al mediodía del domingo 3, el 60% de Puerto Cabello estaba ya en manos de las fuerzas gubernamentales al mando del Coronel Monch. Se dan las órdenes para perseguir y encontrar a los líderes de la insurrección. En horas de la tarde, los infantes de marina se baten en retirada ante el continuo y rápido avance de los tanques AMX-13 leales.
A las tres de la tarde se inicia el ataque que le da el tiro de gracia a las posiciones rebeldes, combates calle por calle, casa por casa en una operación de limpieza eliminando a los francotiradores que quedaban. Finalmente las operaciones terminaron oficialmente a las siete de la noche.
En su huida varios infantes de marina iban tomando las casas de los civiles (específicamente el barrio La Isla) y allí se vestían de paisanos quitándose hasta la ropa interior que es de color verde y que los podían delatar ante las tropas leales. A la mañana siguiente numerosas familias del lugar abandonan sus hogares y corren en busca de protección de las fuerzas leales, que según los lugareños realizaron ejecuciones a los rebeldes. Unos de los cabecillas de la insurrección, el Capitán de Fragata Pedro Medina Silva es detenido mientras intentaba burlar el cerco de las fuerzas leales al gobierno al no saber el santo y seña. Más tarde, el Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez se entrega.
En el Liceo Miguel Peña...
Eran 63 los guerrilleros encerrados en el Castillo Libertador de Puerto Cabello. Provenían de diferentes centros de reclusión y estaban a la espera de ser juzgados para conocer su destino. Entre los combatientes guerrilleros detenidos, estaba Ernesto, el alto y fornido agricultor carabobeño detenido después de matarle a su hijo en el desmantelamiento del Campamento de Cerro Azul, cerca de Carabobo. A todo el que, extrañado preguntaba la causa de su permanencia en ese lugar le respondía:
«Yo estoy aquí porque me mataron un hijo guerrillero»
Ernesto lo habían trasladado desde la cárcel de El Vigía en la Guaira y permanecía detenido desde finales de marzo por “averiguaciones de rigor” hechas por el régimen betancourista. Su tío Cornelio, su hermano Laureano y su sobrino Alejo, ya habían sido liberados tras ser detenidos con Ernesto por la misma causa.
Entre los guerrilleros estaban los carabobeños Chule, Monche y Erasmo, el hijo de Diego Acosta.
Los guerrilleros carabobeños venían junto a muchos otros de la isla de La Orchila a donde habían sido trasladados desde el CIFA y antes, desde la cárcel de Aroa donde fueron inicialmente detenidos.
Llegaron a Puerto Cabello en una Unidad de Transporte y encerrados al principio en un ambiente común y poco después en algunas de ocho celdas alineadas al fondo de aquel tenebroso espacio común. Recuerda Monche que, las ocho celdas estaban alineadas al fondo del tenebroso salón. Eran de unos doce metros cuadrados y en cada una colocaban a cinco o siete presos. Ellos fueron colocados en la tercera celda de izquierda a derecha permaneciendo vacías las dos primeras contiguas. El techo de las celdas era semicircular de piedra como pisos y paredes y rejas cortantes por la erosión del salitre del mar Caribe que golpeaba las paredes al otro lado.
Cuando estalla el alzamiento militar la madrugada del sábado 2 de junio, a Monche no le agarró por sorpresa pues, estaba en conocimiento desde el mismo momento antes de irse para la guerrilla a finales de 1.961. En aquel entonces, se les había puesto en conocimiento de la programación posterior del frente guerrillero hasta tres meses después de haberse ido a la montaña. Actividades de calle, guerra de guerrillas, toma de ciudades y objetivos estratégicos, alzamientos militares simultáneos en los cuatro puntos cardinales de la nación, etc.
Antes de que saliera el sol de aquel día 2 de junio, los sesenta y tres guerrilleros se apostaron en las rejas de las celdas a hacer bulla y gritar pidiendo ser liberados para ayudar a pelear a los golpistas.
A las diez de la mañana aproximadamente, Moralito (Capitán de Corbeta Víctor Hugo Morales) ordena finalmente la liberación de los guerrilleros del Castillo Libertador para plegarse al alzamiento militar.
Abiertas las rejas de los calabozos del Castillo Libertador, Moralito les dio una arenga a los guerrilleros marxistas en la que diferenció claramente la posición ideológica de los militares alzados en armas, de la de los insurgentes liberados:
«¡Nuestro movimiento busca la instauración de un gobierno nacionalista!»
Seguidamente, a cada guerrillero liberado le fue entregado un FN30 y para todo el grupo de combatientes, un cargamento de municiones en unos grandes cajones de madera con unos agarraderos de mecate.
Al tocarle a Ernesto el turno de recibir el armamento de guerra, saca a relucir la honestidad y la franqueza que lo caracterizó en toda su vida y se niega a recibirlo aduciendo que él no sabe disparar el arma:
«No, yo puedo recibir esa arma porque, yo no sé andar con eso…»
Inmediatamente se ofreció a colaborar en cualquier otra actividad:
«Pónganme a hacer otra cosa que yo, con mucho gusto les ayudo»
Y así fue. Le asignaron la tarea de suministrar balas a los guerrilleros apostados en los ventanales del edificio que funcionaba como Liceo.
Ipso facto, con la premura de la situación, cargó junto a otro hombre designado para el mismo fin, los pesados cajones de municiones del camión de suministros a la trinchera de lucha de los guerrilleros.
Altagracio era el nombre de aquel hombre de baja estatura (le llegaría a Ernesto por el ombligo) que le pusieron de compañero de tarea. Entre los dos cargaban los pesados cajones de municiones, agarrando cada uno una oreja del cajón con una mano. Pero, por la diferencia de altura entre los caleteros, se producía un notable desnivel al suspender el cajón en el aire. Sin embargo, eso no fue obstáculo para que los dos encargados de suplir de balas a los guerrilleros, llevaran a cabo su trabajo con gran diligencia. Claro, en el fragor de la sublevación, y en las carreras cargando el pesado cajón cada uno agarrando un asa de mecate por lado, Ernesto le tocaba a veces pasar por un altico del pavimento, el pequeño Altagracio quedaba suspendido en el aire agarrado del cajón sin tocar el piso, siendo entonces parte de la carga de Ernesto…
Aquellas primeras doce horas de intensa actividad, Ernesto no dejaba de recorrer de punta a punta el largo corredor o pasillo donde estaban atrincherados los guerrilleros escupiendo balas contra el ejército.
De pronto, sabrá Dios de donde, apareció un muchachito en el Liceo, en pleno corredor repleto de guerrilleros apostados disparando a cuanto uniforme militar se movía en las afueras del edificio.
Ernesto lo vio y le dijo con gran alborozo y preocupación:
«Muchachito, qué hace usted aquí?...»
«Váyase para su casa…»
«¡Su papa debe estarlo buscando!»
El muchachito, que no se inmutaba por el intenso traqueteo ininterrumpido de las metrallas, menos lo hacía con los desesperados exhortos de Ernesto.
Cada vez que regresaba Ernesto de sus recorridos de suministro de proyectiles y se volvía a encontrar al muchachito exclamaba:
«Mijito, toavía usted está aquí?»
Y se ofrecía inútilmente a ayudarlo a salir del liceo por algún pasaje a salvo del grave peligro de una bala perdida.
Una intensa lluvia hizo acto de presencia en la noche mermando la visibilidad de pero no así la intensidad de la lucha. Adentrada la madrugada, mermaba la claridad pero no las ráfagas de disparos de lado y lado… Los vidrios de los ventanales del viejo liceo, se caían solos estrellados y desprendidos por los incesantes disparos de fusiles y por las vibraciones de las fuertes explosiones de tanques y bazucas.
Tras más de doce horas de activa participación en el desarrollo del golpe, multiplicada su impresión desde el estallido del golpe en la mañana, estalla en la garganta de Ernesto la sonora sentencia:
«¡Manífica mijitos, guarden balas pa´ mañana!»
Y, así fue Ernesto... se guardaron balas…
Se guardaron para aquel mañana que es hoy y, eran tantas como te pareció entonces que, todavía quedan más balas guardadas para el mañana de hoy…
Aquellas balas que pediste guardar, no solo fueron guardadas sino que, se multiplicaron como los panes de Jesús y se repartieron a lo largo y ancho del tiempo, de la historia, de la patria, como pertrechos para la conciencia revolucionaria, como cápsulas ideológicas repartidas masivamente para alentar la resistencia en cada trinchera de la lucha constante…
Muchas de esas balas de conciencia fueron y siguen siendo disparadas desde tu sentencia en El Porteñazo:
…Las dispararon los que se fugaron por el túnel del San Carlos,
…las dispararon Dilia Rojas y sus compañeros en La Vaca,
…las dispararon unos Boínas Rojas la madrugada de un cuatro de febrero,
…las dispararon una gente en el Peaje La Peñita y un gordito con una camisa rosada en el Canal Ocho un veintisiete de noviembre,
…las disparó Clodosvaldo con su vertical presencia en el horizonte de la dignidad cuan faro visor en la orientación y la conciencia revolucionaria,
…las disparan sin agotarlas tus “eternas muchachas” Chica, Cristina, Carmen, Roselena y Zenaida, manteniendo con dignidad y firmeza las banderas de Mario y Leonel, de José Amado y José Agustín, de Livia, de Chimiro, de Fabricio, del Che, de Camilo y de Fidel,
…las disparó Iván, siempre diligente en la logística anual del día de los mártires,
…las dispara Chica cada vez que altiva vocea la inquebrantable posición de “la familia”,
…las dispara Carmen con su aguerrida e irreductible posición a la sombra de los protagonistas,
…las dispara Dímas, el eterno guerrillero, vivo ejemplo de consecuencia, firmeza y perseverancia,
…las dispara Argenis con su cuatro arrullando la resistencia con melodías de cuerdas que vibran por el rasgueo de los dedos y el aire en la garganta,
…las dispara Nelson con la activa, silente e incondicional presencia en las filas de la causa familiar…
"Y "tuavía quedan balas guardadas Ernesto"...
Solo muere quien se olvida.
domingo, 4 de marzo de 2012
INVITACIÓN 50 AÑOS DE LA SIEMBRA DE "Mario Petit"
Convivencia Revolucionaria
Camaradas y Amigos (as)
Por aquí andamos con la esperanza grande y suelta por delante, buscándote con el abrazo solidario, que a través de los tiempos hemos sabido compartir encuentros de la vida, de palabras con olor a compromiso, de búsqueda sencilla, de sonrisas que aun se necesitan para que asomen los colores distintos con los que se deben pintar los nuevos tiempos.
Por aquí andamos a punta de dignidad, traemos los recuerdos de la lucha diaria, aquellos que engendran valores desde los días difíciles, de combates diarios por la Liberación Nacional y el Socialismo cuando en sueños de Mario Petit decidimos tomar a punta de sacrificios, empeños y lances el mismo “cielo por asalto”.
Por aquí andamos queriendo recobrar la disciplina, la puntualidad en el sitio y la tarea, hasta la misma hermosura y el enamoramiento por la vida, tan urgentes ahora cuando se acerca octubre, que nos exige estar ahí en el propio terreno, en la propia calle de cuidad, pueblo o vereda del campo cerrando la pretensión fascista de enterrar las fiestas de los pueblos.
Por aquí andamos para que presente estés en el caserío Carabobo del municipio Bolívar del Yaracuy de siempre en donde una convivencia nacional revolucionaria flameen las banderas de Mario a 50 años de su siembra por la vida, aquel 23 de marzo de 1962 cuando ya los veranos anunciaban la nueva primavera. Vente elsábado 24 de marzo solo o acompañado por esos caminos que los milagros cuentan que son las rutas a las nuevas libertades y a las nuevas justicias. Vente de mañana, tan temprano para que encuentres el roció de los caminos, el mismo que refrescó el paso y los pies cansados de nuestros guerrilleros rurales que con decisión, con fe, con alegría combatieron aquellas mañanas de los años 60.
Vente como siempre, acompañado o con lo que consigas por el mismo camino, por esas vías que un día envolvieron la alegría de los pueblos. Será una convivencia de todos los tamaños, de todas las edades, para que en un solo canto le demos vida hermosa a los Mario que llevamos dentro.
Bueno hermano(a) el abrazo de siempre y no olvides que por aquí andamos con 50 años de historias a cuestasy con un morral repleto de ilusiones.
Por el rastro de dignidad y consecuencias nos encuentras.
Un abrazo siempre.
El ejemplo de Mario nos une.
Colectivo “Mario Petit”.
El ejemplo de Mario nos une.
Colectivo “Mario Petit”.
Cualquier Información al:
0426-4524848 (Josefina Vargas Petit)
0416-6056501 - 0426-5504250 (Dimas Petit)
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Eran los días intensos de la Venezuela de los sesenta...
La patria ardía por los cuatro costados en sudoroso trabajo de estéril parto…
Eran tiempos en que la guerrilla operaba en las principales regiones y ciudades del territorio.
Ataques y emboscadas a los diferentes cuerpos de seguridad del estado, terrorismo urbano, voladuras de oleoductos y alzamientos militares de izquierda estaban a la orden del día, y su máxima expresión: la rebelión más grave de su historia acaecida en la ciudad de Puerto Cabello conocida comoEl Porteñazo.
Ernesto Petit Corona, había dejado atrás para la posteridad, gloriosas páginas escritas de genuina historia de pueblo, de organización popular, de avance sociológico, de evolución comunitaria, de liderazgos naturales y consecuentes caudillismos locales, de manejo de masas y seguimiento de multitudes…
El pueblo que fundó con otros doce, quince años atrás, fue estremecido en sus cimientos apenas dos meses antes, por la sanguinaria bota militar de un estado opresor que atropellaba a su paso sin escrúpulos ni contemplaciones.
La capa vegetal de la geografía que exploró hacía quince años apenas y que aprobó para radicarse y fundar un pueblo, abrigaba ahora en su seno el cuerpo todavía caliente de Mario, el hijo caído en fiera lucha por la defensa de ideales de libertad, paz y bienestar para el prójimo.
Por uno de esos verdes caminos por donde antes entraría venciendo plaga y maleza a finales de 1.947 cuando descubría a Carabobo, marchó desbrozando sendas otro de sus jóvenes hijos, Leonel, en una columna de hombres de oliva a paso marcial, alejándose por silvestres senderos de lucha revolucionaria, detrás de los mismos ideales de su primer hijo caído...
Ahora estaba con la mirada alta, haciendo frente a su responsabilidad de ser padre de guerrilleros. Había sido detenido tras la muerte de su hijo, en su vivienda rural en Carabobo y traído maniatado junto a otros “taitas” de revolucionarios entre los que se encontraba su tío Cornelio Corona, padre de sus primos Chule (Saúl) y Monche (Salomón), compañeros de caminos, sueños y utopías de sus hijos Mario y Leonel. También hicieron preso a Alejo Petit, hijo de su hermano José del Carmen.
Apresaban a todo aquel que fuera contemporáneo con Mario o que llevara el apellido Petit o que fuera su familiar directo, como Ernesto.
A dos meses del desmantelamiento del Campamento Guerrillero en Cerro Azul, el 23 de marzo de 1.962, ahora todos estaban reunidos de nuevo, Monche, Chule, Erasmo Acosta y Ernesto pero, ahora privados de libertad como consecuencia de sus actos y los de sus hijos…
Era la salitrosa madrugada del sábado 2 de junio de aquel año 62 en Puerto Cabello…
Esa madrugada fue la escogida por un grupo de militares para alzarse en armas contra el gobierno de Rómulo Betancourt...
Era la madrugada en que estalló El Porteñazo, la más dura y sangrienta de todas las insurrecciones armadas que ha tenido el país en toda su historia, que costó centenares de vidas y causó un verdadero trauma nacional.
EL PORTEÑAZO…
Para el levantamiento militar, los jefes rebeldes habían seleccionado para el día sábado dos de Junio, para iniciar la asonada. Ya era un golpe develado y, en la base naval ya se tenía conocimiento del levantamiento por lo que, los Comandantes no durmieron la noche del viernes. Como las informaciones del alzamiento no se habían hecho realidad hasta el amanecer, los oficiales de más jerarquía se fueron a sus dormitorios. Es entonces cuando entran en escena el Capitán de Fragata Pedro Medina Silva, Segundo Comandante de la Base Naval; el Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez, ex–jefe de la Segunda Sección del Estado Mayor Naval, y el Capitán de Corbeta Víctor Hugo Morales, Oficial de la Escuela de Guerra Naval. A las cinco y media de la mañana iniciaron las acciones los rebeldes y a esa hora apresaron a los Capitanes Jesús Carbonell Izquierdo, Guillermo Ginnari Troconis y Porfirio Delgado Colmenares, Comandantes de la Escuadra, de la Base Naval y del Batallón de Infantería de MarinaRafael Urdaneta No.2, respectivamente. También detuvieron al Capitán de Navío Oswaldo Moreno Piña, Comandante de la Primera División de Destructores.
A las siete de la mañana, el aeropuerto fue tomado inmediatamente por fuerzas del gobierno y desde esa hora la ciudad quedo prácticamente sitiada. Adentro estaban los insurrectos; afuera la gente que buscaba por todos los medios combatirlos en el menor tiempo posible. La población corría a sus casa al ser devueltas de sus trabajos y más aún cuando la ciudad se fue llenando paulatinamente de soldados que ocupaban sus posiciones, listos para la guerra.
Las tropas leales al gobierno de Betancourt comenzaron a llegar a Puerto Cabello a las once. Cerca del medio día, los barcos destructores ARV Almirante Clemente, ARV General Morán y ARV Zulia ya fuera de la rada de la base, iniciaron el bombardeo de las instalaciones de la infantería de marina, destruyendo las barracas con los cañones de 40 mm. Los infantes rebeldes sufren tres muertos y diez heridos; el resto se refugia en el castillo Libertador.
Las acciones en tierra comenzaron a la una de la tarde, cuando las fuerzas leales comenzaron el ataque a la ciudad, penetrando por los sectores de La Noria, La Playa y San Millán. Previamente los rebeldes infantes de marina y los guerrilleros habían tomado posiciones desde muy temprano en la mañana para impedir el paso del enemigo.
En la Base Naval después de varias escaramuzas pequeñas, los insurrectos se hacen fuertes en el Fortín Solano (construcción que data de los tiempos de la colonia y que tiene paredes de hasta dos metros de espesor, ubicado en la cima de una montaña), donde según el gobierno, intentaron disparar a El Burro; un viejo cañón de gran calibre ya fuera de servicio.
En la tarde efectivos del Batallón Carabobo con el apoyo de blindados M-8 vuelven a penetrar a la ciudad hasta la estación de bomberos, capturando a varios insurrectos. Al anochecer los paracaidistas tratan de atacar el Fortín Solano junto con la compañía del Batallón Piar pero son severamente rechazados. Ya entradas altas horas de la noche los combates siguieron a pesar de una fuerte lluvia que caía, sin ningún avance para las fuerzas del gobierno. Los principales combates se encontraban en el barrio San Millán; en cuartel del Cuerpo de Bomberos, en el Liceo Miguel Peña y en el Fortín Solano, donde los cadáveres de los paracaidistas formaban una lúgubre alfombra en el barrizal al pie de la montaña.
Las cosas empeoraron para el gobierno cuando en las primeras horas del domingo 3, los tripulantes del destructor ARV Zulia se declaran neutrales y que se niegan a participar en lo que han llamado una lucha fratricida. Pocos minutos después se comunica a Caracas que el destructor se ha declarado en rebeldía. El ARV Zulia amenaza al destructor ARV Almirante Clemente con atacarlo con sus cañones de 114 mm si, este no cesa el fuego contra los infantes de marina. A los minutos siguientes cesa el bombardeo.
A las seis de la tarde, la Fuerza Aérea hace su aparición; bombarderos Canberra y B-25J lanzaron toneladas de bombas sobre el Fortín Solano, que nunca había sido víctima de un ataque de esta naturaleza en sus 300 años de historia. Los cazas F86F Sabre lanzaron más de 24 cohetes incendiarios en varias pasadas. En Puerto Cabello, las fuerzas terrestres leales inician un bombardeo de artillería de campaña de 75 y 105 mm para ablandar las posiciones de los Infantes de Marina. Inmediatamente 16 tanques AMX-13M51 pertenecientes al Batallón Bravos de Apure irrumpen en la ciudad apoyando a los soldados del Batallón Piar. Las fuerzas leales entraron por el Oeste y Este de la ciudad; una tenaza que se cerraría en el corazón de Puerto Cabello. Detrás de cada tanque caminaban más de veinte soldados. En vista de esta táctica, los insurrectos que se encontraban apostados en las esquinas y rincones de La Alcantarilla no desperdiciaron la oportunidad brindada por quienes comandaban las acciones del gobierno. El primer tanque llegó a la zona sin novedad alguna, el segundo tanque llevaba en la parte posterior cerca de 22 soldados, quienes se resguardaban con el tanque de los posibles ataques frontales, pero dejaban libres los flancos y sus espaldas. De repente el segundo tanque fue emboscado, cayendo muertos casi todos los 22 soldados que iban detrás.
El intenso tiroteo destrozó varios cables y postes del alumbrado y cuando los alambres caían al suelo, se producían chispazos que armonizaban con el sonido de fusiles y ametralladoras. La Alcantarilla se convirtió en un infierno, los infantes de marina en las azoteas de los edificios disparaban a todo lo que se movía, mientras los heridos de la emboscada agonizaban tendidos en la calle en medio del fuego cruzado. Es entonces que el Monseñor Luis María Padilla, párroco de Borburata y Capellán de la Base Naval en una actitud arriesgada entra en medio de la balacera para rescatar a los heridos atrapados.
Los insurrectos se encontraban perfectamente escondidos y camuflajeados dentro de las casas y edificios. Los tanques AMX-13M51 con sus cañones de 76 mm entraron en acción para defender a los soldados caídos. Varias casas fueron parcialmente destruidas por los tanques al dispararles a los rebeldes. Uno de los primeros edificios en ser atacados fue el Liceo Miguel Peña, donde se encontraban más de cincuenta guerrilleros liberados y armados. Los cañones acribillaron la estructura, siendo la primera en ser destruida por los combates. En el Hospital del Seguro Social, los médicos trabajaron sin descanso sábado y domingo. En su huida los rebeldes llegan desde el Liceo hasta el Hospital, entonces los tanques hacen varios disparos pensando que el edificio estaba abandonado y que solo se encontraban los guerrilleros adentro.
Al mediodía del domingo 3, el 60% de Puerto Cabello estaba ya en manos de las fuerzas gubernamentales al mando del Coronel Monch. Se dan las órdenes para perseguir y encontrar a los líderes de la insurrección. En horas de la tarde, los infantes de marina se baten en retirada ante el continuo y rápido avance de los tanques AMX-13 leales.
A las tres de la tarde se inicia el ataque que le da el tiro de gracia a las posiciones rebeldes, combates calle por calle, casa por casa en una operación de limpieza eliminando a los francotiradores que quedaban. Finalmente las operaciones terminaron oficialmente a las siete de la noche.
En su huida varios infantes de marina iban tomando las casas de los civiles (específicamente el barrio La Isla) y allí se vestían de paisanos quitándose hasta la ropa interior que es de color verde y que los podían delatar ante las tropas leales. A la mañana siguiente numerosas familias del lugar abandonan sus hogares y corren en busca de protección de las fuerzas leales, que según los lugareños realizaron ejecuciones a los rebeldes. Unos de los cabecillas de la insurrección, el Capitán de Fragata Pedro Medina Silva es detenido mientras intentaba burlar el cerco de las fuerzas leales al gobierno al no saber el santo y seña. Más tarde, el Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez se entrega.
En el Liceo Miguel Peña...
Eran 63 los guerrilleros encerrados en el Castillo Libertador de Puerto Cabello. Provenían de diferentes centros de reclusión y estaban a la espera de ser juzgados para conocer su destino. Entre los combatientes guerrilleros detenidos, estaba Ernesto, el alto y fornido agricultor carabobeño detenido después de matarle a su hijo en el desmantelamiento del Campamento de Cerro Azul, cerca de Carabobo. A todo el que, extrañado preguntaba la causa de su permanencia en ese lugar le respondía:
«Yo estoy aquí porque me mataron un hijo guerrillero»
Ernesto lo habían trasladado desde la cárcel de El Vigía en la Guaira y permanecía detenido desde finales de marzo por “averiguaciones de rigor” hechas por el régimen betancourista. Su tío Cornelio, su hermano Laureano y su sobrino Alejo, ya habían sido liberados tras ser detenidos con Ernesto por la misma causa.
Entre los guerrilleros estaban los carabobeños Chule, Monche y Erasmo, el hijo de Diego Acosta.
Los guerrilleros carabobeños venían junto a muchos otros de la isla de La Orchila a donde habían sido trasladados desde el CIFA y antes, desde la cárcel de Aroa donde fueron inicialmente detenidos.
Llegaron a Puerto Cabello en una Unidad de Transporte y encerrados al principio en un ambiente común y poco después en algunas de ocho celdas alineadas al fondo de aquel tenebroso espacio común. Recuerda Monche que, las ocho celdas estaban alineadas al fondo del tenebroso salón. Eran de unos doce metros cuadrados y en cada una colocaban a cinco o siete presos. Ellos fueron colocados en la tercera celda de izquierda a derecha permaneciendo vacías las dos primeras contiguas. El techo de las celdas era semicircular de piedra como pisos y paredes y rejas cortantes por la erosión del salitre del mar Caribe que golpeaba las paredes al otro lado.
Cuando estalla el alzamiento militar la madrugada del sábado 2 de junio, a Monche no le agarró por sorpresa pues, estaba en conocimiento desde el mismo momento antes de irse para la guerrilla a finales de 1.961. En aquel entonces, se les había puesto en conocimiento de la programación posterior del frente guerrillero hasta tres meses después de haberse ido a la montaña. Actividades de calle, guerra de guerrillas, toma de ciudades y objetivos estratégicos, alzamientos militares simultáneos en los cuatro puntos cardinales de la nación, etc.
Antes de que saliera el sol de aquel día 2 de junio, los sesenta y tres guerrilleros se apostaron en las rejas de las celdas a hacer bulla y gritar pidiendo ser liberados para ayudar a pelear a los golpistas.
A las diez de la mañana aproximadamente, Moralito (Capitán de Corbeta Víctor Hugo Morales) ordena finalmente la liberación de los guerrilleros del Castillo Libertador para plegarse al alzamiento militar.
Abiertas las rejas de los calabozos del Castillo Libertador, Moralito les dio una arenga a los guerrilleros marxistas en la que diferenció claramente la posición ideológica de los militares alzados en armas, de la de los insurgentes liberados:
«¡Nuestro movimiento busca la instauración de un gobierno nacionalista!»
Seguidamente, a cada guerrillero liberado le fue entregado un FN30 y para todo el grupo de combatientes, un cargamento de municiones en unos grandes cajones de madera con unos agarraderos de mecate.
Al tocarle a Ernesto el turno de recibir el armamento de guerra, saca a relucir la honestidad y la franqueza que lo caracterizó en toda su vida y se niega a recibirlo aduciendo que él no sabe disparar el arma:
«No, yo puedo recibir esa arma porque, yo no sé andar con eso…»
Inmediatamente se ofreció a colaborar en cualquier otra actividad:
«Pónganme a hacer otra cosa que yo, con mucho gusto les ayudo»
Y así fue. Le asignaron la tarea de suministrar balas a los guerrilleros apostados en los ventanales del edificio que funcionaba como Liceo.
Ipso facto, con la premura de la situación, cargó junto a otro hombre designado para el mismo fin, los pesados cajones de municiones del camión de suministros a la trinchera de lucha de los guerrilleros.
Altagracio era el nombre de aquel hombre de baja estatura (le llegaría a Ernesto por el ombligo) que le pusieron de compañero de tarea. Entre los dos cargaban los pesados cajones de municiones, agarrando cada uno una oreja del cajón con una mano. Pero, por la diferencia de altura entre los caleteros, se producía un notable desnivel al suspender el cajón en el aire. Sin embargo, eso no fue obstáculo para que los dos encargados de suplir de balas a los guerrilleros, llevaran a cabo su trabajo con gran diligencia. Claro, en el fragor de la sublevación, y en las carreras cargando el pesado cajón cada uno agarrando un asa de mecate por lado, Ernesto le tocaba a veces pasar por un altico del pavimento, el pequeño Altagracio quedaba suspendido en el aire agarrado del cajón sin tocar el piso, siendo entonces parte de la carga de Ernesto…
Aquellas primeras doce horas de intensa actividad, Ernesto no dejaba de recorrer de punta a punta el largo corredor o pasillo donde estaban atrincherados los guerrilleros escupiendo balas contra el ejército.
De pronto, sabrá Dios de donde, apareció un muchachito en el Liceo, en pleno corredor repleto de guerrilleros apostados disparando a cuanto uniforme militar se movía en las afueras del edificio.
Ernesto lo vio y le dijo con gran alborozo y preocupación:
«Muchachito, qué hace usted aquí?...»
«Váyase para su casa…»
«¡Su papa debe estarlo buscando!»
El muchachito, que no se inmutaba por el intenso traqueteo ininterrumpido de las metrallas, menos lo hacía con los desesperados exhortos de Ernesto.
Cada vez que regresaba Ernesto de sus recorridos de suministro de proyectiles y se volvía a encontrar al muchachito exclamaba:
«Mijito, toavía usted está aquí?»
Y se ofrecía inútilmente a ayudarlo a salir del liceo por algún pasaje a salvo del grave peligro de una bala perdida.
Una intensa lluvia hizo acto de presencia en la noche mermando la visibilidad de pero no así la intensidad de la lucha. Adentrada la madrugada, mermaba la claridad pero no las ráfagas de disparos de lado y lado… Los vidrios de los ventanales del viejo liceo, se caían solos estrellados y desprendidos por los incesantes disparos de fusiles y por las vibraciones de las fuertes explosiones de tanques y bazucas.
Tras más de doce horas de activa participación en el desarrollo del golpe, multiplicada su impresión desde el estallido del golpe en la mañana, estalla en la garganta de Ernesto la sonora sentencia:
«¡Manífica mijitos, guarden balas pa´ mañana!»
Y, así fue Ernesto... se guardaron balas…
Se guardaron para aquel mañana que es hoy y, eran tantas como te pareció entonces que, todavía quedan más balas guardadas para el mañana de hoy…
Aquellas balas que pediste guardar, no solo fueron guardadas sino que, se multiplicaron como los panes de Jesús y se repartieron a lo largo y ancho del tiempo, de la historia, de la patria, como pertrechos para la conciencia revolucionaria, como cápsulas ideológicas repartidas masivamente para alentar la resistencia en cada trinchera de la lucha constante…
Muchas de esas balas de conciencia fueron y siguen siendo disparadas desde tu sentencia en El Porteñazo:
…Las dispararon los que se fugaron por el túnel del San Carlos,
…las dispararon Dilia Rojas y sus compañeros en La Vaca,
…las dispararon unos Boínas Rojas la madrugada de un cuatro de febrero,
…las dispararon una gente en el Peaje La Peñita y un gordito con una camisa rosada en el Canal Ocho un veintisiete de noviembre,
…las disparó Clodosvaldo con su vertical presencia en el horizonte de la dignidad cuan faro visor en la orientación y la conciencia revolucionaria,
…las disparan sin agotarlas tus “eternas muchachas” Chica, Cristina, Carmen, Roselena y Senaida, manteniendo con dignidad y firmeza las banderas de Mario y Leonel, de José Amado y José Agustín, de Livia, de Chimiro, de Fabricio, del Che, de Camilo y de Fidel,
…las disparó Iván, siempre diligente en la logística anual del día de los mártires,
…las dispara Chica cada vez que altiva vocea la inquebrantable posición de “la familia”,
…las dispara Carmen con su aguerrida e irreductible posición a la sombra de los protagonistas,
…las dispara Dímas, el eterno guerrillero, vivo ejemplo de consecuencia, firmeza y perseverancia,
…las dispara Argenis con su cuatro arrullando la resistencia con melodías de cuerdas que vibran por el rasgueo de los dedos y el aire en la garganta,
…las dispara Nelson con la activa, silente e incondicional presencia en las filas de la causa familiar…
"Y "tuavía quedan balas guardadas Ernesto"...
Solo muere quien se olvida.
viernes, 2 de marzo de 2012
La manera como describe a Mario, Leonel y sus sendas proezas, delata su veneración a estos ejemplos de praxis revolucionaria. Son para él, además de sus heroicos hermanos, maestros de ideología, como para todo revolucionario lo son, verdaderos faros avizores en el horizonte de la teoría y la práctica de la liberación del hombre.
Toda esa veneración al hermano caído en aguerrida defensa del campamento guerrillero, la vertió poéticamente a mediados de los sesenta preso en el Cuartel San Carlos, en ocho pies de décima que escribió y que, Argenis su hermano con su cuatro, convirtió en un corrío que lleva casi medio siglo surcando los vientos de la geografía familiar y comunitaria, entibiando los corazones y alimentando sueños que buscan dejar de ser utopías…
Ya el sol se vistió de llanto
en una mañana triste
y, CERRO AZUL se reviste
con la tropa que da espanto.
CARABOBO sufre tanto
porque, sus hijos en flor,
por calmar nuestro dolor
han peleado en CERRO AZUL…
Luchan contra Betancourt
y su gobierno opresor.
…
Ya se escuchan los rumores
de las lenguas delatoras,
son unas aves cantoras
para calmar sus temores.
Esos sapos soñadores
sinvergüenzas de a cuartillo,
consiguieron ver el trillo
de nuestra gente a su paso
y, esos malditos bagazos,
se vendieron por sencillo.
…
Toda nuestra juventud
con el marxismo en la mente,
se revelaron conscientes
contra el bestial Betancourt.
Con rumbo de norte a sur
a la montaña llegaron
y, en aquel cerro inventaron
liberar a Venezuela,
y hacer del cerro una escuela
con todos sus allegados.
…
Quien será el joven que ofrece
resistencia al enemigo,
teniendo sin más testigo
su metralla que florece.
Es MARIO el que tantas veces
a su Venezuela amó,
el que siempre predicó
la libertad codiciada
y, hoy defiende con sus balas,
las ideas que Marx forjó.
…
De sus manos ruge fuego,
la montaña llora y canta…
La guardia en miedo se espanta,
corren por salvar el cuero.
Unos dejan el sombrero
otros, pistola y fusil
y, un guardia perro y servil,
se cobija en la traición…
¡VIVA LA REVOLUCION!,
nos dice MARIO al morir
…
Ya la sangre se derrama
sobre la hierba de prisa
pero, la lucha se atiza,
con fe que al morir emana.
Lloran las hojas y ramas
de aquella selva florida
y, MARIO brinda su vida
por vivir en la memoria,
e inicia un paso en la historia
de Venezuela oprimida.
…
Que las manos del verdugo
no manchen mi canto abierto…
Los héroes nunca se han muerto,
siempre luchan contra un yugo.
Por más que el sol des de arrugo,
no será un extraño más…
Su muerte traerá la paz
para el hombre y la mujer…
No le importó perecer
por el bien de los demás.
…
He aquí el ejemplo claro
de amor por un ideal,
el bien por vencer el mal,
lo bueno contra lo malo…
Que la gente vea en el palo
lo torcido con lo recto…
Ya el camino lo han abierto
muriendo MARIO PETIT…
Que la gente vea aquí
lo más noble y más correcto.
A cincuenta años de aquella triste mañana del viernes 23 de marzo de 1.962, Dímas no solo se mantiene “rodilla en tierra” con los ideales de Mario, Amadito, Leonel, José Agustín, Orsini, Esladia Vásquez, Dilia Rojas y tantos otros, sino que transita a paso firme los senderos del actual proceso de transformación social, económica y política que vive el país.
Salió del San Carlos por un túnel que lo llevó a recorrer nuevos caminos con el PRV-Ruptura en busca de las condiciones para aplicar la teoría revolucionaria que, en su momento aplicaron mártires antecesores.
En medio de la más feroz “represión democrática” y persecución política, nunca abandonó su apostolado doctrinario y siempre predicó a generaciones de relevo las “ideas que Marx forjó”, como cantó en su décima a Mario.
Después de aquella llamada “pacificación”, se mezcló de frente con el pueblo llano y salió a patear las calles con las causas del pueblo. Colgó sus charreteras de combatiente guerrillero activo, por ahora, el 27N-92 como civil de lujo en el componente cívico militar que ejecutó impecablemente la misión encomendada en la sublevación, neutralizando un punto de control clave, muy cerca de Caracas y en la vía de Yare donde se planeaba el rescate de los Comandantes…
No se aleja mucho de Carabobo ni de la actividad familiar y comunitaria. Retoza en el seno de la familia que le vio nacer, crecer y hacerse un luchador revolucionario, que lo abrigó del sol y de la lluvia, que lo escondió en medio de la más feroz persecución del gobierno y que le abasteció el mapire cada vez que lo requirió en sus andanzas por selvas y montañas…
Desde entonces, no ha habido un familiar o coterráneo en desgracia que no haya recibido su solidaridad inmediata, espontánea y sincera…
Sea un enfermo en una cama de hospital, aliviado o grave, un cuerpo conocido en posición horizontal rodeado de velas en la sala de una casa o funeraria, un preso o detenido, un campesino reclamando su derecho, ahí está el hombre. El fuerte apretón de manos y el consecuente abrazo Caribe, acompañan la palabra de aliento del eterno revolucionario a los afligidos familiares o llorosos deudos.
En el lugar que sea de la geografía familiar, donde sea requerida la representación de Ernesto Petit e Inés Vásquez, allí aparece Dímas casi siempre comandando una selecta comitiva ernestera.
En estos días cumplió años...
Me enteré por el campanazo avizor de Zaida, oportuna como siempre.
No lo he felicitado…
Lo hago hoy enviándole un saludo solidario y consecuente al eterno revolucionario que por cierto, en estos días debe estar más atareado que en los anteriores cuarenta y nueve febreros, organizando el medio siglo de la gesta de Mario. Por más que esté toda la familia unida trabajando, falta gente…
Es el primer año que se organiza sin Iván, sin duda un baluarte año tras año, un caballo de batalla en esto de la logística del acto de día de los mártires.
Nos vemos en Carabobo Camarada…
Hasta la victoria siempre.
INVITACIÓN 50 AÑOS DE LA SIEMBRA DE "Mario Petit"
Convivencia Revolucionaria
Camaradas y Amigos (as)
Por aquí andamos con
la esperanza grande y suelta por delante, buscándote con el abrazo solidario,
que a través de los tiempos hemos sabido compartir encuentros de la vida, de
palabras con olor a compromiso, de búsqueda sencilla, de sonrisas que aun se
necesitan para que asomen los colores distintos con los que se deben pintar los
nuevos tiempos.
Por aquí andamos a
punta de dignidad, traemos los recuerdos de la lucha diaria, aquellos que
engendran valores desde los días difíciles, de combates diarios por la Liberación Nacional
y el Socialismo cuando en sueños de Mario Petit decidimos tomar a punta de
sacrificios, empeños y lances el mismo “cielo por asalto”.
Por aquí andamos queriendo recobrar la disciplina, la
puntualidad en el sitio y la tarea, hasta la misma hermosura y el enamoramiento
por la vida, tan urgentes ahora cuando se acerca octubre, que nos exige estar
ahí en el propio terreno, en la propia calle de cuidad, pueblo o vereda del
campo cerrando la pretensión fascista de enterrar las fiestas de los pueblos.
Por aquí andamos para
que presente estés en el caserío
Carabobo del municipio Bolívar del Yaracuy de siempre en donde una convivencia nacional
revolucionaria flameen las banderas de Mario
a 50 años de su siembra por la vida, aquel 23 de marzo de 1962 cuando
ya los veranos anunciaban la nueva primavera. Vente el sábado 24 de marzo solo o acompañado por esos caminos que los
milagros cuentan que son las rutas a las nuevas libertades y a las nuevas
justicias. Vente de mañana,
tan temprano para que encuentres el roció de los caminos, el mismo que refrescó
el paso y los pies cansados de nuestros guerrilleros rurales que con decisión,
con fe, con alegría combatieron aquellas mañanas de los años 60.
Vente como siempre, acompañado o con lo que consigas por el mismo
camino, por esas vías que un día envolvieron la alegría de los pueblos. Será una convivencia de todos los tamaños,
de todas las edades, para que en un solo canto le demos vida hermosa a los
Mario que llevamos dentro.
Bueno hermano(a) el abrazo de siempre y no olvides que por aquí andamos con 50 años de historias a cuestas y
con un morral repleto de ilusiones.
Por el rastro de dignidad y
consecuencias nos encuentras.
Un abrazo siempre.
El ejemplo de Mario nos une.
Colectivo “Mario Petit”.
El ejemplo de Mario nos une.
Colectivo “Mario Petit”.
Cualquier Información al:
0426-4524848 (Josefina Vargas Petit)
0416-6056501
-
0426-5504250 (Dimas Petit)
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